El ex presidente Martín Vizcarra, su esposa y su hermano y socio César; la ex ministra de Salud Pilar Mazzetti, la ex ministra de Relaciones Exteriores Elizabeth Astete, los dos vice ministros de Salud, la exministra de Salud Patricia García, el ex congresista y médico particular de Alberto Fujimori, Alberto Aguinaga y junto a ellos rectores de universidades, empresarios, el nuncio apostólico y una larga lista que incluye a parientes de los funcionarios, secretarios, asistentes y choferes y sabe dios a quienes más.
Una vez hecha pública la lista de los 487 nombres de quienes accedieron a la vacuna, la indignación ciudadana va en aumento y los médicos y enfermeras de primera línea sienten la traición en carne propia y nadie puede poner en tela de juicio que lo hecho es un claro acto de traición a la patria que merece ser sancionada.
En medio de esta lluvia de nombres, queda mucha incertidumbre, pues ahora hay que preguntarnos si no corre riesgo el abastecimiento de vacunas de Sinopharm, luego de que la embajada china en el Perú negara que existan las famosas vacunas de cortesía tal comos e había informado.
El escándalo del vacunagate en el Perú ya tiene ribetes internacionales y de todas maneras le va generar un costo a Sinopharm pues ahora la calidad, veracidad y transparencia de sus ensayos está en tela de juicio.
Por lo demás, hablar de Mazzetti, Vizcarra y Astete es un despropósito, pues no hay forma de justificar sus acciones, su cinismo, el abuso del poder y el aprovechamiento del cargo, han llegado a niveles que jamás hubiéramos podido imaginar y nos demuestra que después de todo lo malo que pueda pasarnos, nuestros gobernantes y funcionarios públicos siempre tienen la capacidad de hacer algo más, de sorprendernos con una nueva embarrada, esta vez jugando con la vida de miles de peruanos que pudieron haberse salvado con esas “vacunas de cortesía”.