Existe mucho interés en comprender y definir la generación del Bicentenario. Y aunque las ciencias sociales y la política lo intentan con esmero, todavía no se han llegado a conclusiones que saquen el concepto del imaginario común y lo aterricen en la arena política. La defensa de la democracia, la lucha contra la corrupción y la exigencia de mejores salarios, son reclamos circunstanciales que ayudan a describir el perfil de la generación del Bicentenario, pero no pasan de allí. Entonces, ¿cuál es el espíritu de esta emergente generación? Y ¿a partir de qué elementos se la puede comprender y definir?
La clave parece estar en la idea fortalecida de Estado que encierran todos los reclamos. Por ejemplo, la lucha contra la corrupción, visibilizada desde hace algunos años atrás, no es otra cosa que la defensa del Estado a través del erario nacional. Una defensa que, décadas atrás, no era más que un reclamo minimizado. De igual forma, la defensa de la democracia que lanzó a poco más de tres millones de peruanos a las calles para denunciar el golpe encabezado por Merino, fue la defensa de la institucionalidad estatal, algo que durante el siglo XX brilló por su casi inexistencia. Así mismo, la reciente lucha por salarios dignos en el sector agroexportador, significó el pedido de más Estado frente a la empresa privada, para establecer mejores regímenes laborales que beneficien al trabajador con mejores sistemas de fiscalización. Sin duda, algo impensable en el 2000. Y así, podríamos continuar enumerando reclamos recientes como por ejemplo la reforma política y policial, y continuaríamos dando cuenta que el denominador común es el nuevo papel del Estado en el imaginario común.
Por eso, la nueva idea de Estado que se ha ido consolidando en el imaginario popular, es el espíritu que sostiene a la generación Bicentenario. Y en la medida que logremos definirla, lograremos comprender mejor a esta generación. Por eso es importante prestar atención al pedido de cambio de Constitución que cada vez es más acogido en el espacio público, debido a que se va entendiendo, aunque incipientemente todavía, que esta nueva idea de Estado es incompatible con la constitución vigente y lo que representa. No por gusto, en casi todo el país, desde organizaciones barriales hasta clubes provinciales, se están impulsando lecturas colectivas y debates de la Constitución, algo nunca antes visto en la historia del Perú. La pregunta es, si es que desde la academia y la política estamos en la capacidad de definir a tiempo este proceso o dejaremos, una vez más, pasar la realidad por nuestras narices.