Estimado lector, perdone si ésta vez no encuentra política, educación, derecho o actualidad en la presente columna; déjeme ponerme futbolero por una vez. Y es que hoy, esa pasión que alcanza a muchos vuelve con nuestra selección de fútbol, buscando otra vez aquel objetivo que estuvo esquivo por 36 años y que en el 2018 se vio alcanzado por un grupo de futbolistas que demostraron que, bajo una dirección correcta y con la motivación exacta, todo es posible. Cuando conversamos con amigos siempre coincidimos en que el peruano tiene ese chip incrustado que, cuando mejor le está yendo, se activa y termina “fregándola”; y si algo caracteriza a ese grupo humano es que ese chip fue extirpado y cambiado por uno en el que el país estaba primero. Lo decía quien dirige hasta hoy la Selección: “El jugador de fútbol debe sentirse y estar enamorado de su selección” y es algo que deberíamos aplicar todos y cada uno de los ciudadanos de éste país, pues en cada acción que tenemos, en cada conducta, en cada decisión adoptada debe primar el interés general y el progreso de la nación. La selección de fútbol puede utilizarse como un ejemplo claro y válido para demostrar que la identificación con el país –mediando un propósito y objetivo definido– puede llevarnos al éxito. El Perú es conocido tradicionalmente como “el país de las grandes oportunidades perdidas” y es que cuando algo se logra, no es posible mantenerlo o sostenerlo en el tiempo. Si logramos “vencer” al Covid (lo cual no es cierto, pues lo que ha disminuido es el índice de contagio únicamente), no lo vemos como una oportunidad de lograr concretamente algo, sino de regresar sin cuidado alguno a aquella normalidad que tanto se extraña, sin ver los riesgos que ello puede traer y perder todo lo alcanzado. Ejemplos como el citado hay muchos. Es tiempo ya de que desaparezcan y hacer del Perú el país de las oportunidades aprovechadas y los objetivos alcanzados. Que el pasado no nos condene ni nos maree. Que quede atrás lo malo y lo bueno. Suficiente de la repetición de partidos, del triunfo en Quito, del empate en Buenos Aires o del “la tocó la tocó”; que queden atrás –sin necesariamente olvidarnos– como evidencia de que todo es posible. Hoy todos con la camiseta bien puesta, desde donde nos toque estar, pues como diría Daniel Peredo Menchola, “el fútbol siempre es una buena excusa”; que ésta vez también la sea para demostrar que en todas las canchas podemos decir ¡Arriba Perú!