Era necesario ser cautos con la reactivación del turismo, sobre todo en nuestra ciudad, pues no se trata solamente de turistas realizando visitas acompañados de guías, sino de una serie de actividades conexas e interrelacionadas como restaurantes, hoteles, proveedores de servicios, empresas de transporte, tiendas de artesanía, e incluso comercio ambulatorio, todos ellos girando en torno a la llegada de los visitantes.
Tras más de ocho meses cerrados todos los negocios relacionados al turismo, para poder reabrir estos requirieron de una nueva inversión, adecuación de sus ambientes, recontrata de personal, todo esto con miras al crecimiento sostenido y la llegada cada vez más mayor de visitantes.
Pero al tiempo que el gobierno regional de Cusco, presentaba el plan de “Redención Turística”, los principales países de Europa empezaban a vivir la segunda ola del Covid-19 y las cifras eran cada vez más preocupantes, pero nosotros, sin pensar en nada hicimos grandes ceremonias de relanzamiento de Machupicchu mirando de frente como una cabra terca que solo tira para el monte sin vez que pasa a los costados.
Entonces de manera tibia empezó la reactivación pero a los 45 días nuevamente empezaron los problemas, primero el gobierno prohibió el ingreso de visitantes de Inglaterra, pidió una cuarentena obligatoria de 15 días que ahora reduce a seis y hasta el 31 de enero ha prohibido el ingreso de peruanos no residentes de Europa y Sudáfrica, así como ha incrementado las horas de toque de queda, por ahora en Cusco, la medida empieza a las 9 de la noche.
A pesar de las observaciones de los gremios de turismo en la región y hasta del gobernador regional Jean Paul Benavente, por lo visto no habrá redención ni reactivación turística y junto a la segunda ola del Covid-19, los miles de cusqueños que viven del turismo verán la segunda caída de este sector.