Luego de varios anuncios durante el mes de octubre, el día de ayer se oficializó que la ciudadela inka de Machu Picchu abrirá nuevamente sus puertas para los visitantes este 1 de noviembre.
Mientras la noticia ha sido bien recibida por los sectores ligados al turismo que de esta manera ven una luz al final del túnel para la precaria situación que atraviesan, por otra parte otros sectores, sobre todo los relacionados a la salud ven con mucho recelo esta reapertura por los riesgos que puede traer nuevamente el movimiento de cientos de personas en tren y buses, además de considerar lo estrecho que son algunos tramos de la caminata al interior de la ciudadela.
Lo que cabe preguntarnos es si estamos en la capacidad de retomar la actividad turística sin que esta se convierta en un foco de contagios a pesar de las consabidas medidas de bioseguridad y los protocolos de los que tanto se hablan. Si nos vemos en el espejo de lo que viene pasando en Europa, tenemos muchas dudas, sin embargo, existe desde el otro lado casi un clamor para que el turismo vuelva a generar ingresos para la población que vivía del turismo.
El gran problema es que si las cosas no salen bien y se produce una segunda ola de contagios, aunque no nos queda claro si salimos de la primera, el costo será muy alto y llegar a tener que tomar nuevamente medidas drásticas de cierre y confinamiento como se viene dando en Europa tendría un costo incluso peor que el ocasionado por el confinamiento del mes de marzo. Finalmente los guías de turismo consideran que esta reapertura termina siendo insuficiente porque el flujo de viajeros aun es escaso y que la solución es que el gobierno les otorgue un bono económico que les permita sobrellevar la crisis que vienen atravesando. Esta creemos es la solución más lógica y razonable si se trata de equilibrar en algo salud con economía.
Mientras unos celebran, otros se preocupan.