Tras un año de incansable lucha y como celebración del inicio de las protestas, en Chile se acaba de aprobar la redacción de una nueva constitución, con un aplastante 78.3%. Es decir, que la constitución de derechas, forjada en lo más profundo del neoliberalismo y firmada con la sangre de los chilenos muertos a manos de la dictadura, será llevada al Museo de la Vergüenza para ser leída ─como advertencia─ cada vez que se intente hacer alguna política pública que fomente la desigualdad y la exclusión en todas sus aristas. Y en su lugar, se redactará una nueva constitución, que seguramente promoverá la solidaridad, la redistribución, la equidad y, sobre todo, reivindicará el diálogo y la democracia. Un triunfo del progresismo que América Latina la celebra, pues allí donde se inauguró el neoliberalismo, se acaba de sepultar ¡y con qué ganas!
Y en nuestro país la celebración tampoco se hizo esperar, aunque en los medios de comunicación tuvo la misma atención que la aplastante victoria del MAS en Bolivia: tibios titulares, titubiantes comentarios y fugaces reportajes que rotaron en los medios pese al tamaño de la noticia. Nada extraño para el tipo de prensa que gozamos en nuestro país. Sin embargo, lo que sí llamó la atención es la reacción de nuestras derechas. Los más conservadores, por supuesto, sacaron a relucir el dinosaurio que llevan dentro pegando el grito al cielo por el cambio de constitución. Tantas décadas nos obligaron a mirar al sur para plagiar sus políticas y celebrar su constitución, que ahora, no pueden creer cómo esos “salvajes”, “ignorantes” y “pleitistas” del sur, decidieron desechar la constitución que “garantizaba las libertades y promovía el desarrollo”. Un escándalo propio de un parque jurásico de la política que actualmente se encuentra en vías de extinción, felizmente.
Pero, por otro lado, la derecha joven, digámosle moderada y menos cavernaria. Es decir, los que se autoubican en el centro de la política, los que dicen que ya no hay izquierda ni derecha, los que siempre se acomodaron porque no les gusta quedar mal con nadie, han salido a saludar la decisión de las urnas chilenas y hasta, incluso, la mayoría de ellos han salido a respaldar el cambio de constitución y pedir la posibilidad de hacer lo mismo en el Perú. Un chiste propio de los anales de la política electoral peruana: Los Guzmán que en las últimas elecciones dijo que no era un tema importante, los vitochos que decía que era suficiente modificar algunos artículos de la constitución y muchos otros más, ahora fungen de camaleones y se suben al coche del cambio, del progresismo. ¡Qué payasada! ¿Hasta cuándo les durará el show?