Por: Claudia Silva Rodríguez
Víctor Frankl (1905-1997) neurólogo y psiquiatra austriaco, fue un superviviente del holocausto nazi. Sus duras experiencias en los campos de concentración, donde perdió a toda su familia, le llevaron a escribir una obra cumbre: “El Hombre en Busca de Sentido”. En uno de sus capítulos más conmovedores titulado La libertad interior, se plantea qué significaría la libertad en una situación de confinamiento tan atroz. Frankl concluyó que la libertad no estaría determinada sólo por las circunstancias a pesar de que estas limiten la capacidad de determinar el comportamiento externo. Frankl dirigía su enfoque a la libertad interior, a la capacidad para determinar nuestra actitud ante lo que vivimos, y lo explica así: “… Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades – la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino”.
Frankl migró a los Estados Unidos donde trabajó como docente y continúo su obra. En este país, comenzó a notar con preocupación que el concepto de la libertad estaba siendo mal interpretado como el permiso para hacer lo que uno quiera. Sin embargo, para Frankl la responsabilidad era precisamente el objetivo de la libertad, somos libres para hacernos responsables de nuestras vidas. Y en este aspecto, tuvo una crítica constructiva frente a la sociedad estadounidense, recomendando construir la Estatua de la Responsabilidad en la costa oeste de Estados Unidos como un complemento de la Estatua de la Libertad en la costa este.
He puesto estos temas bajo la lupa dada la actual coyuntura y las protestas contra la segunda cuarentena, la cual muchos ven como un atropello a sus libertades. Entiendo la preocupación de muchos compatriotas que viven del día a día y reclaman poder realizar las actividades que les permitan ganarse el pan, pero no entiendo el propósito de quienes se rebelan contra las medidas de cuarentena para tener la libertad de reunirse y beber, arriesgando su salud y la de sus familias por pura diversión.
Aceptar esta coyuntura y nuestra responsabilidad para ayudar a contener la pandemia no nos hace ni sumisos ni sometidos, a menos que nos quedemos llorando por la leche derramada renunciando a nuestra capacidad para aprender de esta crisis y para generar nuevas oportunidades. Nos queda nuestra libertad para elegir cómo encarar la situación. Así que podemos añadir desesperación y lamento a una coyuntura de por sí desesperante o podemos hacernos responsables de contribuir con soluciones colaborando unos con otros. ¿Cuál eliges?