Las convulsiones políticas y sociales que venimos afrontando hace semanas, meses y años, nos dejan una tarea clara, sobre todo a las nuevas generaciones: recuperar la política. Sin duda, estas tres palabras imponen una alta responsabilidad, pero no un imposible. De acuerdo a la encuesta de IEP, un 75% de jóvenes muestra interés en política; es más, si consideramos quienes salieron y encabezaron las manifestaciones ciudadanas en defensa de la democracia e institucionalidad, fueron la demoniada Generación del Bicentenario, quienes de su mayoría eran mujeres.
Las señales de agotamiento de la política eran evidentes, los liderazgos tradicionales y las instituciones públicas progresivamente perdieron legitimidad social, instituciones claves para la gobernabilidad y democracia como los partidos políticos y el Congreso de la República, son precisamente las menos confiables y más desprestigiadas ante la ciudadanía.
Por obra y gracias nuestra, sí, por nuestra culpa, nuestra gran culpa, ya que nosotros elegimos en las urnas a quienes tomaran decisiones en nuestro nombre, hemos infestado la política de mercenarios, corruptos, dinosaurios, etc. como el lector/a prefiera nombrarlos, han desfalcado las arcas para sus bolsillos, han jugado con la esperanza de las personas y nos han hecho creer que la política es mala.
Hace miles años, Platón ya nos marcaba la pauta: “El precio de desentenderse de la política, es el ser gobernado por los peores hombres”, cruzo los dedos y elevo oraciones para que ya no queden dudas y nos atrevamos a dar el siguiente paso, migrar de los espacios políticos informales y espontáneos a los partidos de nuestra preferencia, para renovarlos desde dentro.
Sin embargo, no basta la edad, novedad o buenas intenciones, hace falta formación constante y una escala de principios a prueba de balas, para no repetir prácticas y mañas que tanto daño han hecho al país; también necesitamos independencia económica y autogestión, para tomar decisiones sin deberle nada a nadie, y para que sea el bien común el que gobierne o legisle y nunca más los grupos de poder económico.
El reto en estas elecciones será acercar la política a la gente, hacerla parte de su vida, generar espacios deliberativos, reconectar con la sociedad civil organizada y construir ciudadanía consciente. Nos toca hacerlo a la Generación Bicentenario.