Iniciada la cuarta etapa de la reactivación económica y con la estimación optimista del gobierno de llegar a diciembre con una economía estable, la pregunta que ha rondado Cusco con mucho énfasis es cuándo se reactivará el turismo. El Gobierno Regional, contagiado del optimismo, ya anunció la posibilidad de volver a las actividades la quincena de este mes y los aplausos no cesaron producto de la sensible situación del sector y la generalizada idea de que el Cusco vive del turismo. Aquí no discutiremos esa afirmación -hace falta más de una columna para refutarla-, pero si intentaremos hacer las preguntas correctas sobre la reactivación del turismo en el Cusco, porque no basta saber la fecha del reinicio de la actividad.
La idea generalizada, en términos sociales y culturales, que se tiene sobre el turismo en nuestro país y principalmente en Cusco, es la de una actividad que expresa y promueve el encuentro de la diversidad y la interculturalidad. Por eso no es extraño escuchar que el Cusco es la ciudad cosmopolita que forja el intercambio y el entendimiento cultural, donde se encuentran y se funden identidades en torno a la magia y la energía de la historia. Palabras más, palabras menos, un rollo idílico que muestra al turismo como una actividad inclusiva, amable y perfecta para todos. Es decir, un discurso imaginario y alejado de la realidad, porque para entender al turismo en su real dimensión, es necesario entender las relaciones de poder que trae consigo y consolida dentro de nuestras estructuras sociales. ¿Qué significa esto? Significa recordar el racismo, en todas sus aristas, en torno a la actividad turística. Significa pensar la relación entre el turismo y nuestro título de ciudad con mayor consumo y venta de drogas ilegales en el Perú, o nuestros altos índices de prostitución infantil y trata de personas. Significa también pensar en la sistemática “expulsión” de los cusqueños del centro histórico y en el desigual acceso a los servicios turísticos.
Es decir, que para entender la complejidad del turismo y la distancia entre el discurso y la realidad, es necesario reflexionar sobre la forma de administración del turismo que tuvimos ininterrumpidamente en el Cusco desde hace casi 50 años. Porque el problema no es el turista, el problema es la forma en cómo se ha regulado y administrado el turismo en nuestra ciudad, caracterizándola como una de las actividades más excluyentes
de nuestro país. En ese caso, no basta preguntar la fecha de reactivación del turismo, es urgente preguntarnos si vamos a continuar con el modelo de turismo que teníamos antes de la pandemia o estamos dispuestos a plantear nuevas reglas de juego.