La primera vuelta electoral arrojó un resultado totalmente inesperado a la luz de las tendencias de las encuestas que se manejaban hasta días antes de las elecciones, impactando el resultado en un gran sector de los electores al no sentirse representados por ninguno de los dos candidatos que pasan a esta última recta, Keiko Fujimori y Pedro Castillo, ambos con grandes resistencias en el bolsón electoral. El resultado de esta primera vuelta, a lo largo de los días, se ha configurado y traslucido en distintos y variopintos análisis, que van desde las propuestas que ambos candidatos emplazan, hasta la furibunda plaga de comentarios racistas en contra, sobre todo del candidato Pedro Castillo y de los electores que lo pusieron en la segunda vuelta. Pero esto no significa que el racismo no haya estado presente en las anteriores campañas electorales. No es la primera vez que la discriminación a partir de estereotipos étnicos se presenta en una campaña electoral peruana. Escenarios y episodios como estos, nos recuerdan que uno de los grandes problemas que arrastra el país y que es sinónimo de división, es el racismo, venga de arriba o de abajo. Los peruanos somos grandes expertos en sectorizarnos y dividirnos por el color de la piel, el color de ojos, el cabello, la procedencia geográfica y los apellidos, para sentirnos superiores sobre el otro. Actualmente, el racismo ha encontrado nuevas formas de hacerse sentir y de gobernar en el país, este es el caso de las redes sociales donde la cantidad de manifestaciones racistas se hace con la seguridad de que eso es lo “correcto”, porque hay rabia, descontento, frustración y por ende mucha agresividad ante la posibilidad de que Pedro Castillo, un profesor cajamarquino de zona rural, campesino, el cual se define como representante de aquel pueblo olvidado y sediento de derechos e igualdad de oportunidades, nos gobierne. Todos y todas tenemos el derecho a elegir y ejercer nuestra preferencia política. Podemos increpar y no sentirnos representados por las propuestas de los candidatos. Sin embargo, es vergonzoso que en nombre del “bienestar del país” se ensucie la política con actos abiertamente discriminatorios. Con estos hechos y ad portas del bicentenario, parece que como ciudadanía estamos muy lejos de tener una verdadera conciencia política y social. Realmente es momento de cambios.