Famoso refrán que da cuenta de todas aquellas personas cuyo proceder no corresponde a su discurso y acaban por delatar su esencia y verdaderas intenciones que, a pesar de todos sus esfuerzos por ocultarlo, el tiempo termina delatándolos. En definitiva, si bien es cierto todos tenemos algo que ocultar no necesariamente tiene que ser malo, en fin, muchas veces es mejor mantenerlo en secreto; sin embargo, el problema surge cuando olvidamos cuan negro es nuestro lado oscuro y nos despachamos con todo, por ejemplo: cuando tienes una audiencia y el Abogado le exige cortésmente al Juez que se lleve a cabo los actos procesales conforme a Ley y este no lo hace y por el contrario abruptamente concluye la diligencia, pensando que tiene el micro apagado, deja salir sus demonios, y como conoce al profesional, lo ofende, ofende grotescamente a la familia y hasta adelanta su fallo (adverso por supuesto), o quien a sabiendas de haber hecho algo que involucra a la familia y “amigos” dice darle el apoyo necesario, ser solidario y leal y al verse afectado, clava la puñalada sin importarle en absoluto las consecuencias, pues si tiene que llevarse de encuentro a quien lo apoyó en nombre de la supuesta amistad compartida, igual lo hace, incluso aquellos con quienes se tiene un vínculo estrecho, con quienes todavía queda por compartir celebraciones como graduaciones y bodas, quienes motivados por diversos intereses, deja de importarles este vínculo y proceden conforme a sus necesidades propias y egoístas, llevándose de encuentro hasta sentimientos. Este época no solo nos ha demostrado que debemos cuidarnos de la pandemia provocada por el Covid 19 y ahora la difteria, sino que también debemos cuidarnos de un enemigo aún mal letal, que no se mata con alcohol o agua y jabón, que no se previene con una vacuna, sino de aquel que es traicionero que termina delatando sus verdaderas intenciones, que graba cada conversación que tiene contigo (ya vimos hasta el caso del Presidente), de aquel que ya te hizo daño (y tú en el colegio o en la universidad lo creías inocente y solo era el plagero), de aquel por quien te ves afectado cuando no hay vuelta que dar, entonces solo queda apechugar y a lo que venga, con la convicción y la tranquilidad que solo una oración da y la espera de una almohada que fácilmente te hace conciliar el sueño.