El lunes 9 de noviembre a las 7.30 de la noche se consumó la vacancia presidencial cuando el conteo de la votación en el Congreso llegaba a los 87 votos requeridos para dicho fin, finalmente serían 105 los votos con los que Martín Vizcarra era vacado y Manuel Merino se convertía en el nuevo presidente de la República, cargo que deberá ejercer hasta el 28 de julio de 2021 garantizando además las elecciones de abril de 2021.
En ese momento las redes sociales se inundaron de mensajes que llamaron a la población a salir a las calles, de apelar al derecho a la insurgencia, de no reconocer a Manuel Merino de Lama como presidente y sobre todo a defender la democracia.
Pero cuando hablamos de defender la democracia habría que preguntarnos ¿de qué democracia estamos hablando?, de esa sustentada en la Constitución fujimorista de 1993 y cuyos mecanismos nos han llevado a esta nueva crisis política, o de esa democracia que permitió que Martín Vizcarra llegara al poder tras complotar contra Pedro Pablo Kucksinsky tal como se ha revelado en los chats difundidos el último fin de semana, o de esa democracia cuyo sistema de cifra repartidora hizo que el 35% de votos por Fuerza Popular el 2016 le permitiera tener más de 76 congresistas con los cuales desestabilizar al país.
O tenemos que defender esa democracia sobre la cual la Confiep gobierna este país en las últimas décadas y sobre la cual se sustentan las AFPs, la suspensión perfecta, las brechas en educación, el precario sistema de salud, el falso derecho a la consulta previa y que además legitima la corrupción a todos sus niveles.
Seamos sinceros, si algo hay que pedir en estos momentos es que se vayan todos, empezando de un ex presidente Vizcarra muy presuntamente corrupto y un congreso elegido por nosotros en enero y que resultó siendo una banda de pillos que lucha por sus intereses.