Siempre escuchamos que “no podemos estar peor como país” y estamos al borde del naufragio como Estado, en colapso como Gobierno y en la triste desesperación como Nación, a víspera del Bicentenario de esta independencia inconclusa. No hemos podido emanciparnos de la criollada, la corrupción institucionalizada ni la constitución más reciente como perniciosa a los intereses peruanos. Los recursos de este Perú del llanto, se malversan sin beneficio o esperanza alguna para las 30, 593 personas fallecidas hasta ayer por el virus, además de las que mueren asesinadas por la violencia y desesperación de la crisis económica.
Toda estadística es mínima frente al grado de desvergüenza e incapacidad que demuestra el gobierno peruano en las manos de Martín Vizcarra y compañía. Poco nada ayuda el congreso que en el momento más álgido tiene el peor rostro, cuando el pueblo que lo eligió palidece de miedo y de hambre. No hay bases sólidas que propongan el gobierno de la ciudadanía organizada y por lo mismo, es su momento, el momento de reorientar la política y las reglas que incluyen y excluyen a los verdaderos actores sociales de este Perú, protagonizado por “políticos” hoy venidos a mafiosos y peleles del más ruin espectáculo.
El Perú está mal-versado, mal escrito y conjurado; dilapidado, malversado en sus recursos, mal utilizado por los parientes y allegados de los ladrones de turno pero, no está perdido porque la reactivación económica ya empezó en las calles. “El Perú, es más grande que sus problemas” decía J. Basadre, bastante citado como olvidado en los escaños de la vida política peruana; el Perú es la limpieza de millones de peruanos que levantan la mano contra la impunidad, que trabajan y viven por sus familias, que no se han doblegado a la pandemia ni la orfandad. Ellos son la verdadera riqueza peruana, esa que invertimos en el día mientras al mismo tiempo se despilfarra de noche, el erario nacional. Cuántos jóvenes inteligentes y honestos, pierden hoy más que nunca, recursos, tiempo y apoyo no solo del Estado, sino también de sus padres. Hasta cuándo la pobreza espiritual que nos hace tan permisivos ante la malversación de nuestra madre, un país digno para todos los peruanos.