Parece que el miedo y la tristeza causadas por la pandemia en nuestro país no serán las únicas sensaciones que nos acompañarán estos meses. El pánico que causan las encuestas presidenciales se ha empezado a asomar con tanta violencia, que, solo aquellos poseedores de nervios curtidos, sobrevivirán a lo que promete ser una debacle política.
La pandemia se encargó de propiciar un escenario electoral casi invisibilizado y lleno de desánimo, pero con cada encuesta de intención de voto presidencial, la niebla se ha ido dispersando y las elecciones, poco a poco, han empezado a tomar protagonismo. Tanto es así, que, muchos de nosotros ya hemos empezado a sentir escalofríos cada vez que se anuncia una encuesta, la fiebre sube abruptamente cada vez que la empezamos a ojear, sentimos pérdida del olfato y gusto cuando empezamos a ver la ficha técnica y el oxígeno parece faltarnos cuando vemos los siete candidatos mejor posicionados. Al inicio creemos que el Covid-19 nos ha copado y el pánico nos absorbe, pero no, sabemos que es pánico electoral.
Pero cómo no sentir pánico cuando entre los siete primeros candidatos presidenciales solo hay una candidatura de izquierda frente a seis candidatos que representan, unos más maquillados que otros, el rancio proyecto económico de nuestra derecha cavernícola. Cuando solo dos candidatos proponen una avanzada de derechos civiles frente a cuatro conservadores sacados de la Edad Media. Y cuando ninguno de los siete candidatos tiene historial político limpio. ¡Dios nos coja confesados! Si creímos que nuestro pasado electoral votando por el mal menor nos iba a sostener en estas elecciones, estábamos equivocados. Lo que viene ahora será peor de lo imaginado.
Es evidente, por como van las cosas, que el Bicentenario lo inaugurará la derecha, pero no sabemos si será una derecha medianamente progresista o la derecha bruta a la que estamos acostumbrados. Sea como fuera, el triunfo de la derecha en el Bicentenario significará el triunfo del fujimorismo, y será lamentable verlos dentro de algunas décadas jactándose aun de haber sentado las bases del “Milagro Peruano”. Por lo pronto, solo tendremos cinco años más de lo mismo, repitiendo las recetas de siempre para mantener y justificar las desigualdades de siempre. ¡Qué habremos hecho tan mal para seguir en este camino!