Uno mira la lista de candidatos al Congreso, los escucha en sus entrevistas y es imposible dejar de preguntarse qué hemos hecho para merecer esto. En efecto, hay candidatos y candidatas respetables a quienes se les nota la formación política, la ética y sobre todo la correa y astucia que todo político debería tener; pero son pocos, escasos, casi contables con los dedos de las manos. Los demás, la gran e inmensa mayoría, son una oda a la vaguedad, a la inocencia política, al cinismo y a las frases rimbombantes carentes de sentido. Por eso, evidentemente, la gente no sabe por quién votar al Congreso.
Pero el problema no solo son los candidatos. A fin de cuentas, cualquiera que se siente capaz, tiene plata y encuentra un nicho partidario, puede postular. El problema también es la prensa. Y en el Cusco, la prensa local, en cada elección, saca a relucir sus serias carencias y limitaciones -aunque haya hermosas excepciones-. Y es que el Cusco está plagado de una prensa desinformada, que vive el día el día en busca de publicidad, que no tiene formación en temas políticos o sociales y no lee. Es una prensa huérfana de academia, que está acostumbrada a la pregunta fácil y se conforma con la respuesta simple. Una prensa a la que no le interesa la ideología ni los idearios porque lo único importante, dicen ellos, son las personas y sus propuestas porque el pueblo quiere escuchar eso. No les interesa si el candidato ofrece papas o camotes. Lo único importante es que oferte algo. Tampoco les interesa que el candidato diga de dónde va a sacar las papas y camotes, porque lo único importante es el volumen de su ofrecimiento. Y menos les interesa si el candidato postula en un partido plagado de corrupción porque lo único importante es la “valía personal” del candidato. Por eso, las entrevistas a los candidatos están plagadas de preguntas inservibles: “candidato, ¿usted qué opina de la gestión del alcalde del Cusco?”, “¿qué nos puede decir de la falta de camas UCI en el Cusco?”, “¿qué le parece el escándalo de las vacunas?”, “¿cómo califica el hecho de que no hay gas en el Cusco?”, “¿usted está en contra del centralismo limeño?”, etc., etc., y más etc.
La prensa y los periodistas en el Cusco olvidaron su rol cuestionador del poder y perdieron de vista el objetivo de búsqueda de la verdad. Pero, sobre todo, dejaron de lado su rol formador de la sociedad. Es una prensa anquilosada a la que aun no le ha llegado el siglo XXI. Una prensa que reproduce las estructuras señoriales del Cusco antes de la Reforma Agraria. Una prensa cucufata que vive del chisme y el sensacionalismo, pero no tolera una pregunta incómoda a algún candidato y se escandaliza con un entrevistador que hace notar las contradicciones y limitaciones de algún candidato, porque “hay que dejar hablar al candidato y no se le puede faltar el respeto cortándole la respuesta”. Por eso es necesario un cambio generacional y cambio de sentido en la prensa local. Y cuando eso pase, tendremos una prensa que, en vez de pasar por agua tibia a los candidatos, se convierta en un filtro para tener una mejor clase política.