Si tratamos de resumir en un refrán la coyuntura actual que vive el país, o si buscamos cómo explicar la desgracia que se vive, pero evocando la esperanza que dichos problemas podrían mejorar, yo recurriría al siguiente refrán “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.
Todos vivimos momentos muy complicados, y en esta nueva etapa que atraviesa el país nos trae no sólo sorpresas sumadas con amarguras, sino confusión, miedo y mucha angustia. Si nos vamos al plano político podríamos atribuir el comportamiento del Congreso donde el 69% de los ciudadanos considera que este es peor que el anterior. O referir la actitud del presidente Martín Vizcarra deslegitimizado por como utiliza al Estado para beneficiar a sus allegados. Pero si nos vamos al plano económico, los 6 millones de desempleados y los 3 millones de nuevos pobres generados producto de la pandemia, son problemas que nos llevan a reflexionar que tipo de desarrollo queremos.
Actualmente vivimos una gran confusión de seguir o no con el modelo económico. Para quienes gobiernan y manejan los hilos de la economía del país su defensa al modelo será incondicional, por ello no es casual que ahora estén copando con una abrumadora mayoría de candidatos presidenciales. El peruano está viviendo una confusión mediática, luego de tanto miedo por el Covid-19, la crisis sanitaria, sumada a la crisis política y de régimen, entramos a la angustiosa realidad de decidir quién entrará pronto a gobernar los destinos del país. Pareciera que nuestra suerte tiene patas cortas. Por qué a pesar de tener una gran lección histórica de cómo un virus puede develar y poner en evidencia lo precario de nuestro sistema de salud, las propuestas presidenciales de la Confiep van por la defensa de este modelo que en otros países ya está siendo desechado.
En estas últimas décadas, años de bonanza económica, derroche desmesurado e inversiones sin planeamiento, los grandes planes y enfoques de desarrollo parecen escritos medievales frente a lo vivido. Nadie podría prever un virus que generó tremendas consecuencias, por ello es importante pensar, e inclusive replantear nuestros estilos de vida. Pero en estas décadas, las políticas de los gobiernos de turno sólo han sembrado informalidad en el mercado, flexibilizado al extremo el sistema laboral, aperturado sin dignidad la inversión extranjera, vendiendo los recursos naturales y culturales sin escrúpulos.
Replanteemos el refrán “no hay mal que dure cien años ni modelo económico que lo resista”. Esperemos que sea así.