El bicentenario de nuestro país se asoma en medio de un caos social, económico y ahora político, luego de que el lunes 09 de noviembre, el Congreso del Perú destituyera al presidente Martín Vizcarra por presentar una “permanente incapacidad moral” por ser acusado de corrupción por hechos acontecidos en su etapa de gobernador de la Región Moquegua. Tras la vacancia presidencial y la toma del nuevo gobierno, la agitación social e indignación de gran parte de la ciudadanía ha ido en incremento, autoconvocándose a participar de marchas que reúnen a distintos sectores de la sociedad con un solo motivo, defender al Perú de este atropello a la democracia que está sumiendo al país en una crisis nacional especialmente grave por la pandemia y a solo cinco meses de las elecciones generales que deben realizarse. Pero, en medio de días tan convulsionados y entre tanta gente movilizándose, resurge la esperanza al observar a esa juventud ignorada tantas veces, tomar la calle al grito de: se metieron con la generación equivocada. A pesar de parecer hoy la política el escenario más paupérrimo y apestoso que pueda existir, hoy vemos despertar a una juventud indignada, rabiosa, que ha salido a protestar y hacer política, dejando en claro que la conformidad no es una opción y que ahora están ellos para conectar nuevamente a la ciudadanía y a la política por el tan anhelado cambio que necesita el Perú. Ahora están ellos para demostrar que el camino al cambio se genera con participación y vigilancia continua de la ciudadanía. La gran marcha nacional en contra del estrenado gobierno considerado “usurpador” ha logrado visibilizar el papel fundamental que están ejerciendo los jóvenes por querer un país libre de falsos servidores del Estado que solo desmantelan nuestra dignidad nacional. La juventud ha despertado y el país también. Por ello, la repulsión que causa ver a nuestras instituciones asaltadas y en manos de la corrupción, no puede sumirnos en la sensación de fracaso nacional y alejarnos de lo verdaderamente importante, participar activamente de las acciones que conducen el destino de nuestra nación. Ya no podemos confiarles la tarea a ciegas a los políticos para luego cruzarnos de brazos y lamentar sus malas acciones. Esperemos vengan mejores tiempos con la consigna que para ello debemos seguir luchándola cada día desde el espacio donde nos encontremos, sobre todo con el ímpetu y la esperanza que llevan a cuesta nuestros jóvenes por querer un país democrático y con equilibrio de poderes.