Desde hace años los alcaldes provinciales y distritales, de zonas urbanas o rurales, con formación profesional o sin ella, se encuentran centrados en que la calidad de su gestión está en función al gasto realizado. Así una gestión municipal es deficiente si gasta menos frente a la otra, y contrariamente, el que gasta más, no solo realiza una mejor gestión, sino sería un mejor alcalde.
Vivimos una hipocresía plagada de falsos mitos y muchas mentiras. Una gestión puede gastar el 100% de su presupuesto anual (aunque es irreal en los hechos), pero no sirve de mucho si el enfoque de la inversión pública está mal planteado. La mala concepción del desarrollo local, conlleva a que el resultado sea de menor impacto por cada sol invertido, traduciéndose un perjuicio al bienestar social de la población.
Sería importante que nuestros gobernantes no hablen de cuanto han gastado, sino todo lo contrario, empiecen a compararse en cuanto han mejorado el saneamiento básico, la ampliación de la frontera agrícola con riego tecnificado que tanto nos hace falta, o cómo disminuyeron la anemia, o la mejora del desarrollo económico local, demostrar la disminución de la violencia familiar y/o de la mujer, etc. pero lamentablemente, en la mayoría de nuestros gobernantes, este tipo de preocupación no existe deforma real.
Y si dejamos de lado la calidad y eficiencia en el gasto presupuestal. Los gobernantes en este año no han podido gastar adecuadamente frente a los años 2018 y 2019; el total de gobiernos locales de la región Cusco tenía un presupuesto de 3,274 y 3,103 millones de soles respectivamente, y sólo lograron gastar el 78% del presupuesto en promedio. Lógicamente, en este año la pandemia del Covid-19 ha retrasado obras, y exigirles que gasten como antes sería irresponsable, porque en esa lógica, muchos alcaldes, gastarán al caballazo, y por supuesto, más dinero se tira al rio sin resultados reales, porque no toda inversión de fierro y cemento es sinónimo de desarrollo.