Esta semana, con elecciones internas dentro de los partidos políticos, organizaciones, grupos o como quieran llamarlos, se definieron a los candidatos para las elecciones del próximo año. Revisando entonces la “plancha” de postulantes al sillón presidencial, vemos que muchos son nuevamente más de lo mismo. ¿Y es que acaso no existe renovación en nuestra clase política? Bueno, sí, si existe, pero lamentablemente esta renovación viene con, por citar ejemplos, un candidato que cree que tomar la leche directamente de la vaca, genera sintonía y empatía ¿puede acaso insultar así la inteligencia del pueblo? Otro que, luego de haber desempeñado ya el cargo, encima postula nuevamente cuando sobre él pesan aún delitos investigados por esa gestión ¿puede acaso burlarse así de la justicia? Un candidato que “plata como cancha” tiene, pero el perfil y preparación necesaria para dirigir un país, poco o nada. Una candidata cuyo hambre de poder –y perdonen que insista con el término– hace que postule una vez más, luego de cinco años en que su partido político –calificado como organización criminal– se ha visto cada día más debilitado, apareciendo y despareciendo convenientemente. Otros cuantos que se han servido de los hechos y sucesos recientes para pretender obtener la simpatía –y seguramente en adelante los votos– de una parte de la población, que han visto en esa actitud el mejor ejemplo de oportunismo que tanto daño le hace al país cuando de elegir gobernantes se trata. Un candidato que, junto a un ex presidente vacado, representa a esa otra parte de nuestra clase política, la camaleónica, la que un día es blanca –o naranja, para ser preciso– y hoy es rojiblanca, confirmando tal volatilidad con el vacado que ahora es candidato al congreso. Están también los candidatos de los sobrevivientes partidos tradicionales, que postulan buscando superar la valla electoral y los candidatos “nuevos”, de quienes en política se sabe poco, pero que de esperanza y cambio venden mucho; de esos ya hemos tenido bastante y lo obtenido al final no ha sido nada bueno. Y bueno, están también “los que siempre participan”, los que no buscan campeonar, pero tampoco quieren descender. Es decir, hecha la radiografía del escenario de las elecciones próximas, resulta otra vez, más de lo mismo. ¿Es que acaso el país no merece algo mejor? Que lo que suceda en abril y defina los próximos cinco años no me dé la razón y exista un verdadero y necesario cambio. Ojalá!