Para la Generación Bicentenario, la patria ha tomado cuerpo y la han visto violentada y vilipendiada por una clase política de espaldas a los intereses nacionales. Sin partido, bandera o movimiento organizado, presionaron como hace mucho no veíamos al gobierno maquinado por lo más vil del congreso y enemigos del defenestrado gobierno vizcarrista. Este sentimiento colectivo, si bien no cuenta con una “estructura”, goza de una vigorosa inteligencia común que se ha expresado en lo contundente de las movilizaciones, la homogeneidad de las consignas, la diversidad de la autoconvocatoria y la capacidad resolutiva ante la violencia como los neutralizadores de bombas lacrimógenas y las brigadas de primero auxilios. Ahora deben construirse un norte que cuenta ya con una amplia base de reflexión y propuesta.
“Se metieron con la generación equivocada”, desde el 9 de noviembre gritaban aquellas pancartas a la par de “Merino no me representa”. “La corrupción es el virus que no acaba”, decían algunos aludiendo a que “el virus mata, pero la indiferencia también”. “No nos van a callar”, “el poder al pueblo”, “mi Perú no vas a caer, la mayoría te estamos sosteniendo” son únicos entre los múltiples mensajes que registraron la indignación nacional pero sobre todo juvenil. El miope y bizarro primer ministro decía no saber nada, Merino no habido y el legislativo en la sombra mientras en todo el Perú se gritaba: “Ellos tienen el congreso y nosotros el poder”.
“No es por Vizcarra es por nosotros, este congreso no nos representa” aclararon a los más confundidos de las redes sociales y los trasnochados partidos que no encontraron espacio alguno para filtrarse. Porque “el pueblo le dice no al congreso de siempre” afirmaron en las sucesivas marchas donde también se preguntaron si “¿Somos libres?” en un país que arrastra cadenas de corrupción y autoritarismo. La respuesta absurda del gobierno le ha costado la vida a Inti Sotelo y Bryan Pintado como también a decenas de heridos con graves lesiones tanto entre los manifestantes como la prensa. Los acusaron de violenta y azuzadores a lo cual respondieron: “Violentos son los que provocan la desigualdad social no los que luchan contra ella”, respondieron airosos y el gobierno de Merino tuvo que caer.
Al ascenso de Sagasti “ni nos calmamos, ni nos cansamos, nosotros no callamos”, respondieron las calles al presidente que ha desestimado en su gobierno transitorio la posibilidad de una nueva Constitución. “No alcanza cartel para tanta rata” ni un artículo para toda la emoción que ha despertado al leer “cuando la tiranía es ley, la revolución es orden” o “la corrupción roba nuestros derechos”. Este suceso histórico ha reconfigurado totalmente el espectro político y no encuentro un solo candidato que cumpla con la agenda de la Generación Bicentenario.