El escenario nacional a pesar de la pandemia con más de 70 mil muertes por el Covid-19, la crisis política que en menos de dos años tuvimos paradójicamente tres presidentes, y un Congreso que no le lava la cara al anterior que ya de por si apestaba a corrupción a leguas. Se ha generado como cierre de año movilizaciones por todo lado, exigiendo mejorar las condiciones laborales reclamando un Estado ausente en defensa de los intereses del ciudadano, como la Ley de Promoción Agraria que generaba un perjuicio a los trabajadores agrícolas y al conjunto de la población porque anualmente se deja de recaudar 1400 millones de soles que podrían invertirse en salud, educación, y mayores puestos de trabajo.
Lo propio con la modorra en la recaudación tributaria a las grandes empresas por parte de la Sunat, por la que el Estado anualmente deja de percibir 15 mil millones de soles. Con ese dinero, qué cosas no podríamos hacer para mejorar nuestra realidad. Y en el contexto regional, en Cusco, vemos que Perú Rail, tiene su propia agenda, amparado por las leyes que una constitución caprichosa las defiende.
En este contexto, y a cuatro meses de las elecciones presidenciales y congresales, salen en diversos medios de comunicación, diferentes encuestas sobre la percepción de la población sobre la realidad, la intención de voto por candidato, o los candidatos con más rechazo. Cada encuesta, con objetividad o sin ella, con intereses o con ciencia estadística, sacan sus resultados, generan tendencia, intencionalidad y subjetividad en los votantes. Y aunque muchos lo niegan, a la hora de la hora, todos las escuchan, a pesar que digan que la verdadera encuesta es el 11 de abril, salen opiniones, salen sesgos, sales intereses; inflan candidatos presidenciales como George Forsyth, o Daniel Urresti que quizá en Lima capital tienen fuerza, pero en Cusco no existen como se quiere mostrar. No podemos pedir seriedad a las encuestadoras, pero si podemos pedir mayor información a todos los votantes. Que no nos engañen.