Por: Adriana Morante Alvarado
Cada día que pasa nos acercamos más a un momento de reflexión, de aprendizaje y de esperanzas renovadas. Así es, cada vez estamos más cerca de la compra de regalos navideños.
Fuera de toda sátira, el mes de diciembre nos recuerda lo materializado y lo comercial que nuestros afectos se han transformado. Pará quienes dejamos nuestros lugares de recibidores y nos convertimos en los papá noeles de los engreídos, déjenme decirles que todo ese sabor agridulce de darles un detalle no sólo es un signo de nuestra bienvenida al mundo adulto. Este pequeño acto nos da la bienvenida a una realidad un poco más cruel para algunos.
La monetización de nuestros afectos nos recuerdan aquel momento en el que quizás exigimos algo que no nos pudieron comprar y más allá de entenderlo lo refutamos con una confianza y una cólera digna de un político al que le niegan el sueldo.
Para quienes entramos a este mundo y sentimos en carne propia el esfuerzo que se requiere ganarte un sol en este país, ahora que comprendemos que del amor no se vive, ni que de amor se come, ahora que podemos palpar el significado de la palabra sacrificio.
Ahora que somos los papá noeles de aquellos a quienes aún estas fechas los llenan de ilusiones, lo único que me queda a mí como hija son palabras de agradecimiento hacia mis padres, pues a pesar de vivir épocas duras y de más de una vez decirme que no a algo, ahora puedo ver en mi las ganas de salir adelante que ellos me enseñaron.
Quizás este año no todo sea como esperamos, y quizás en nosotros no haya más que una mirada fría y negativa a las famosas compras navideñas, sin embargo, debemos dar alegría a quienes aún ven con ilusión estas fechas, demostremos que una muestra de afecto no está sujeta a un regalo o a un objeto material, en estos tiempos de incertidumbre volvamos a conectar con el sentimiento de afecto y de consideración, seamos agradecidos por lo poco o mucho que tengamos y miremos hacia adelante.