Por: Alejandro Campana
El lunes pasado fui a donar sangre al Hospital Rebagliati. No es la primera vez que dono, pero sí la primera que siento que hacían de todo para quitarme las ganas de hacerlo. Las trabas y prejuicios son difíciles de creer.
Nomás al llegar a la puerta del hospital comienza el primer escollo. No me dejan entrar si es que soy donante voluntario. Tiene que ser para alguien particular y mostrar la orden. Escribí a un amigo para que me la envíe. La seguridad en la puerta, además, me advirtió: “¿tiene su lapicero, joven? Sin lapicero no se puede donar”. No le hice caso y solo le dije que sí.
Ya dentro, para ingresar al banco de sangre, el segundo obstáculo. Un enfermero me pide mi DNI, la orden de donación y mi lapicero para llenar la ficha de donación. Le digo que no tengo y me dice que no hay lapiceros para prestar por protocolo COVID. No entiendo cómo en un hospital que desinfecta salas enteras, no pueden desinfectar lapiceros. Increíble. Es más, la ficha podría ser llenada de manera virtual. Estamos en el 2020 ya. Bueno, comienza mi búsqueda de lapiceros. Le termino pidiendo a una señora que me regale un sol y compro uno en la puerta. Obvio, hay un montón de vendedores de lapiceros en la puerta.
Comienzo con el llenado de la ficha. El tercer y gran obstáculo. Preguntan mi nombre, talla, peso. Luego pasan a preguntar por enfermedades y llegan a las preguntas sobre parejas sexuales. En ningún momento se pregunta si es que hubo relaciones con o sin protección. Después de la ficha, se pasa una entrevista, la prueba final. Ahí solo te preguntan con cuánta gente tuviste relaciones sexuales y dos datos muy importantes: si son una pareja estable y si las relaciones son con personas del mismo sexo o no. No importa si fueron relaciones en las que hubo protección contra ETS. Importan los prejuicios.
En el Perú hay un déficit de donación voluntaria inmensa. El 2019 solo el 13.5% de la sangre recaudada fue por donación voluntaria. Si se quiere que este número crezca, es indispensable que el proceso de donación sea más sencillo y menos ofensivo con las personas de la comunidad LGBTIQ y quienes tienen parejas sexuales ocasionales. Tenemos que eliminar los prejuicios en todos los ámbitos de la sociedad. Más aún, en uno en el que estos evitan salvar la vida de otras personas.