En medio de la oscuridad que nos trajo el 2020, se hace difícil rescatar luces que nos inviten a pensar en la posibilidad de construir un posible cambio. El ánimo de crisis se ha generalizado y consolidado a medida que avanzaron los meses, debido a que el silencio en las calles y el temor al contagio, junto a la crisis económica y el shock del encierro, formaron una nebulosa que, parece, cubrió la esperanza y la posibilidad de un Bicentenario refundacional. Sin embargo, aún hay destellos de luz que nos abren caminos hacia un posible horizonte al que urge prestar atención. Uno de los destellos, por ejemplo, es la organización y el despertar político de una sociedad a la que le reclamábamos su silencio y desinterés en la política.
La explosión de grupos organizados para sobrevivir a la crisis sanitaria y económica, fue el primer chispazo de este gran destello. El surgimiento de organizaciones para formar ollas comunes o comercio justo dentro de los barrios, no solo permitieron sobrevivir a la crisis, sino también forjar organización y acción política a nivel barrial. Práctica que hacía décadas no se veía en nuestras grandes ciudades.
El segundo chispazo y el más importante, fueron las marchas contra el gobierno usurpador de Merino, que se sustentaron en organizaciones sociales que durante décadas acusamos injustamente de apolíticas. Grupos deportivos como los skaters, grupos de fans ligados a la música como las diversas organizaciones de K-pop, e incluso las barras de futbol y organizaciones barriales, fueron los protagonistas del acto político más importante en los últimos veinte años de nuestro país. Es decir, que, a lo largo de este año, hemos presenciado el surgimiento y la consolidación pública de organizaciones sociales altamente politizadas. Entonces ¿por qué la academia y el sentido común que ronda en la prensa nos dicen que vivimos en una sociedad apolítica?
Evidentemente, salta a la vista que, por parte de la academia, existe una falta de comprensión de la realidad. Estamos midiendo la capacidad de organización y respuesta política con conceptos y paradigmas del siglo pasado, que nos impiden entender las nuevas formas de organización, prácticas y canales para hacer política. ¡Qué decir de los partidos políticos! Están a años luz de entender estos cambios. La participación ciudadana en las elecciones primarias lo demuestran. En ese sentido, estamos frente a un panorama alentador al que urge prestar mayor atención.