En el mes de agosto, la Defensoría del Pueblo, informó que cerca de 3000 mujeres adultas, niñas y adolescentes fueron reportadas como desaparecidas en lo que va del 2020, incrementando la lista de mujeres que desaparecen como por truco de magia. Cada día en el Perú, desaparecen en promedio 15 mujeres sin que las autoridades puedan dar una respuesta al hecho, dejando a las familias de las víctimas en una eterna espera e incertidumbre. A octubre, la cifra de víctimas parece estar bordeando las 4000 desaparecidas. De las cifras dadas, más de la mitad de desaparecidas eran niñas y adolescentes. Sin embargo, estas cifras pueden ser más espeluznantes si nos detenemos a pensar que los datos emitidos por la Defensoría del Pueblo no contemplan a las víctimas que no son reportadas, desapareciendo en el silencio. Por otro lado, la institución indica, qué, tras la flexibilización de restricciones a la movilización y con el retorno a diversas actividades productivas, se ha incrementado de forma constante, en los últimos meses, la desaparición de mujeres adultas, niñas y adolescentes, tanto en Lima como en las distintas regiones. Por lo que, esta problemática nos pone frente a la necesidad y urgencia de que se aborde esta despiadada realidad de forma adecuada para saber con certeza, qué pasó con todas las mujeres desaparecidas y registradas por la alerta de la Policía Nacional del Perú como tal; y así mismo, que se exija que problemas tan cruciales como este, se articulen con importancia y celeridad a los temas atendidos en medio del Estado de emergencia. Asimismo, la Defensoría del Pueblo, viene poniendo en alerta que de 25 casos de feminicidio ocurridos este año, estos previamente tenían una denuncia por desaparición de estas mujeres. Esto conlleva a tener en cuenta que la violencia de género envuelve la desaparición de las víctimas. Existe una relación tácita entre desaparición y violencia de género. Sobre esta problemática, además de la violencia sistemática con la que se aniquilan y desaparecen mujeres de todas las edades, la falta de asistencia de las autoridades, traen como consecuencia impunidad para los responsables; haciendo de este sistema de justicia torcido, su mayor aliado y enemigo para que sigan atentando contra nosotras. Finalmente, la ausencia de una perspectiva de género para atender los casos, complica la resolución de estos al no poseer herramientas que puedan identificar prejuicios de género contra las víctimas, reforzando y reproduciendo estereotipos machistas que son base de la violencia de género.