A cinco días de las elecciones, la campaña electoral no deja de extrañar debido a la velocidad del movimiento del tablero político, que cada vez se va sincerando y nos muestra una realidad política y social que nadie se atrevía a vaticinar.
Por un lado, vemos la efervescencia electoral de la izquierda que sin duda preocupa a la derecha acostumbrada a sujetar la balanza electoral. La arremetida de Castillo y sobre todo los triunfos simbólicos de Verónika en los debates, se han constituido en un serio dolor de cabeza para la derecha peruana. Más aun, porque a Lescano lo han identificado como el sector “zurdo” de Acción Popular, así sepamos que es solo una imagen para la campaña. Esto genera posibles escenarios nunca antes imaginados en los salones del Club Unión o el Club Nacional. ¿Se imaginan una segunda vuelta de izquierdas, entre Lescano y Verónika? Se deben estar preguntando los miembros de la CONFIEP, con un gesto de terror mientras se secan el sudor de la frente.
Lo importante de esta situación, hasta cierto punto favorable para la izquierda, es que expresa el malestar y el hartazgo de la población frente al modelo social y económico que ha hecho que el impacto de la pandemia llegue a niveles extremos. Y a estas alturas de la crisis, es imposible imaginar a la CONFIEP saliendo a defender el modelo como en elecciones anteriores, porque hasta ellos saben que su dogma mercantil se les fue de las manos al punto de ser indefendible.
Y peor aún, el dolor de cabeza de las élites se agudiza al ver cómo Forzay, el encargado de bancar a Keiko, no alza vuelo, y, por el contrario, hay un estancamiento y entorpecimiento entre los candidatos de derecha, algo que ni el mismo Roque Benavides se imaginó en sus peores borracheras ¿acaso alguien daba un sol por López Aliaga hace dos meses o a Hernando De Soto hace dos semanas? ¡Nadie! ningún poder fáctico creía en ellos y tuvieron que improvisar estas últimas semanas dándoles todos los micrófonos posibles para salvar la crisis de Forzay y la evidente catástrofe de Fujimori.
Esto, a tan solo once días de las elecciones, es un problema, pero a la vez una posibilidad para la derecha. Es una posibilidad porque tener cuatro candidatos peleando el ingreso a la segunda vuelta, les abre un panorama gratificante para los próximos cincuenta o cien años, porque si con esta pandemia no se puede cambiar de rumbo democráticamente, entonces no existirá otro escenario propicio donde el cambio de rumbo sea posible. Y un serio problema, porque si el cálculo falla, un gobierno de izquierda puede quebrar el estatus quo de los últimos treinta años y cambiar para siempre las estructuras políticas y sociales. Una utopía, posiblemente, pero una utopía de izquierda que se seguro está haciendo temblar a nuestra vieja derecha.