Si algo hemos aprendido en estos meses de pandemia es que esta enfermedad tiene un comportamiento determinado por olas.
Veamos lo que pasó en España, un país que seriamente golpeado por el virus pero que el 8 de junio registró apenas 168 contagios, tras haber llegado a picos cercanos a los 10,000 diarios. Incluso el 1 de junio no registraron ningún deceso y la gran mayoría de días de ese mes los muertos por el Covid-19 fueron menores a 10 por día, en un país con 47 millones de habitantes. Esta situación hizo que desde el 1 de julio el turismo se reiniciara en España y se abrieran negocios, bares, restaurantes, visitas a las playas hasta el retorno de los escolares a clases. Menos de 10 muertos diarios y menos de 200 contagios diarios hicieron que el gobierno de España anunciara que el virus había sido controlado y lo peor había pasado.
Ayer España registró 13,318 nuevos casos y más de 140 muertes debido al virus, mientras que el gobierno vuelve a parar la economía y el confinamiento es inminente.
Algo similar se vive en el resto de países europeos, y a pesar de que muchos analistas dijeron que esta segunda ola sería mucho menor, en España y Francia anuncian que los servicios de UCI podrían colapsar en el mes de noviembre.
En Perú, Martín Vizcarra acaba de declarar que estamos venciendo al virus cuando en nuestro país hasta la fecha no podemos tener cifras menores a 2,000 contagios diarios y el número de muertes nunca ha bajado de 50 desde el mes de abril, y sin embargo cada vez reabrimos más las fronteras e incentivamos el turismo y los viajes.
No nos costaría nada vernos en el espejo de España y Europa, tomar conciencia de que la segunda ola sí existe, tomar medidas de previsión, reforzar nuestros sistemas de salud y sobre todo y aunque nos duela a los cusqueños, entender el riesgo de abrir las fronteras indiscriminadamente. Estamos jugando con fuego y nos podemos quemar.