Después de todo lo que vivimos debido al Covid-19, después de las miles de vidas perdidas a nivel nacional, casi tres mil en Cusco este año donde todos conocemos a alguien que falleció por esta enfermedad que alteró nuestras vidas. Después de haber visto inmensas colas en búsqueda de oxígeno medicinal para salvar vidas, de haber visto personas morir en la puerta de los hospitales debido a la falta de camas UCI y de haber visto a como familias enteras acampaban en la puerta de los nosocomios a espera de noticias de sus familiares, después de haber pasado por todo esto, no aprendimos nada.
Recordemos como hace un año, países y laboratorios competían por producir la vacuna contra esta enfermedad, y cuando llegó con estupor nos enteremos que el expresidente Martín Vizcarra y funcionarios de Francisco Sagasti se habían vacunado de manera irregular, quitándole la vacuna a una persona mayor o con comorbilidad.
Pero después de todo lo que pasamos, de cómo nuestra economía se derrumbó y millones de empleos se perdieron, sumándonos en una crisis económica de la que nos costará muchos años recuperarnos, después de todo esto, es increíble ver vacunatorios vacíos y un gran porcentaje de la población que teniendo a la mano las vacunas no se inmunice contra esta enfermedad.
Mientras tanto, la amenaza de la tercera ola, aunque tarde parece estar llegando al Perú, aún no a Cusco y en nuestra región solamente el 55% de la población objetivo está inmunizada, existiendo una brecha de casi 20% con las personas que han recibido una sola dosis, lo cual es insuficiente.
Pueden más las creencias, las noticias falsas, los rumores, las campañas de grupos de fanáticos por sobre todos los cadáveres que ha dejado la pandemia.
Dejémonos de tonterías y creencias, salvemos nuestras vidas y de una vez por todas vacunémonos contra esta enfermedad que mata de verdad.