Nuestra historia republicana contemporánea puede tener distintos matices, momentos de calma y aparente orden y momentos de inestabilidad política y económica, pero pase lo que pase hay un solo denominador común: la Confiep siempre está al mando, controlando sus intereses, vigilando sus inversiones de manera que al margen de quien esté al mando del país, ellos siempre lo tendrán todo controlado.
Los últimos veinte años del país representan la aplicación de la economía neo liberal y desde sus más fieles discípulos como Alan García, Alejandro Toledo o Pedro Pablo Kucksinsky o su ex crítico Ollanta Humala que anunciaba reformas en el modelo, terminaron siendo secuestrados por las cúpulas empresariales que dominan el país, y eso es lo que viene sucediendo nuevamente tras la llegada al poder de Manuel Merino.
Cualquier zozobra que estos grupos de poder pudieron haber sentido ante la salida de Vizcarra y la peligrosa cercanía de grupos como UPP o el Frepap debe haberse disipado con la presencia de Antero Flóres-Aráoz como primer ministro y personajes como Luis Herrera Descalzi o Patricia Taullet (ex gerenta de la Confiep).
Mientras tanto la población sigue saliendo a las calles, sigue protestando por la situación que vive el país a pesar de encontrarnos en medio de una crisis sanitaria, la cual no evita que la indignación popular se haga manifiesta.
En medio del rechazo a Manuel Merino está de por medio también el rechazo a la clase política del país y pedidos de una nueva asamblea constituyente, sin embargo, por sobre toda la indignación debería estar la necesidad de cambiar el modelo que nos tiene en un piloto automático que no redistribuye la riqueza, que la concentra en pocas manos y eso es pensar en una nueva constitución, aunque esto no esté en la agenda de quienes hoy se autodenominan defensores de esta democracia.