Se acaba este nefasto y trágico año 2020, el cual ha marcado nuestras vidas y afectado nuestras existencias a todo nivel, un año que nos alejó de las personas que más queremos, que nos impidió hacer nuestras vidas con normalidad, un año que vio a muchas personas perder a seres queridos, perder sus empleos, ver como sus ahorros se iban esfumando y como sus emprendimientos iban quebrando poco a poco, un año en el que la esperanza se fue diluyendo poco a poco, lentamente sin que nuestros gobernantes pudieran hacer algo.
Entonces en estos últimos días de diciembre todos esperamos que este año se acabe, que se vaya y que el 2021 signifique para los peruanos el inicio de una lenta recuperación hasta poder resurgir nuevamente, tal como lo hecho tantas veces, un año además en el que elegiremos nuevo presidente y nuevo congresista.
Pero mientras más se acerca el nuevo año la esperanza se mezcla con la incertidumbre, pues si algo nos han enseñado Martín Vizcarra, Manuel Merino y Francisco Sagasti es que cuando parece que hemos tocado fondo, quienes nos gobiernan siempre han tenido la capacidad de mostrarnos que podemos estar peor, que su incapacidad, ineficiencia y falta de honestidad nos tienen preparada siempre una nueva sorpresa.
Cuando pensamos que con las vacunas empezaría el inicio del fin nos hemos dado con la sorpresa de que no tenemos vacunas y nadie nos ofrece soluciones, solo ese estribillo de que “en el primer trimestre…….”, y con ese antecedente y con más 80,000 peruanos muertos, con una economía destrozada, con un país paralizado, un ejecutivo ineficiente y un congreso incompetente y mejor no hablar de nuestras autoridades locales y regionales, la esperanza se torna en incertidumbre y a vísperas del año nuevo solo podemos pedirles una cosas a quienes nos gobiernan: “por favor no vayan a arruinarla más de lo que ya está”.