En el gobierno de Ollanta Humala –que seguro también será parte de una columna en los próximos días– hubo un personaje que ocupó el Ministerio del Interior y que desde su manera chabacana de expresarse, logró simpatía en la población. Años más tarde, postuló –o intentó hacerlo– por el Partido Nacionalista y tras su exclusión, su vida en la política transitó apoyando a otros candidatos, trabajando para alguna entidad edil, su postulación a la alcaldía de Lima y la posterior al congreso en el año 2018. Su llegada al legislativo se produjo durante la crisis política producto de la disolución del congreso anterior, llegando a obtener más de medio millón de votos. Entiendo que la gente veía en él al personaje de mano dura contra algo que aqueja al país, la delincuencia, pero luego de eso, no había más. Y es que el tiempo terminó confirmándolo, transitando por el Parlamento con uno que otro comentario desatinado y el siguiente aún peor, para que sin terminar el periodo para el cual fue elegido, decida candidatear a la Presidencia de la República, amparado seguramente en la popularidad del personaje que ha creado y claro está, el segundo lugar obtenido en los comicios municipales para Lima Metropolitana y los votos que lo llevaron al Congreso. Nuevamente un personaje popular que, si bien ha tenido “experiencia” y “participación” en gestión pública, es ese el factor el que define su lugar en la carrera electoral. Entonces, ¿es un buen candidato? No. ¿Es un candidato que merezca el lugar que lo ubica en las encuestas? No. ¿Es un candidato que merezca serlo? Desde el punto de vista puramente legal, si, pues cualquier ciudadano peruano de nacimiento y con 35 años de edad, puede ser candidato. Desde un punto de vista objetivo, nuevamente No. Daniel Belizario Urresti Elera personifica a ese candidato vivo, al “criollo” que por creerse “el más vivo”, tiene un discurso para afuera y otro distinto en la privacidad, aquel que seguramente, como nos ha ocurrido por aquí con Benicio Ríos Ocsa, busca un cargo político para escapar de la justicia. Se han preguntado ¿por qué intenta comprar testigos si dice ser inocente? Imaginémonos solo por un momento que llega a la Presidencia y hecho ello se determina su culpabilidad. Nuevamente ¿vacancia por incapacidad moral? ¿Inestabilidad política? ¿Estancamiento del país? Que la política no sea una vez más, un medio para escapar de la justicia. Si es culpable, que arresten a Urresti, antes que sea demasiado tarde.