Por: Roberto Ramírez Manchego
Existen tres temas que no se pueden tocar (a menos que se quiera iniciar una discusión) en una reunión familiar peruana: fútbol, política y la Paisana Jacinta. Y es que el personaje creado por Jorge Benavides genera adhesiones y rechazos a partes iguales. Hay un público que la ama con fervor y le transmite este sentimiento a su prole: La paisana es popular entre los niños. Hay quienes la detestan y han consagrado sus fuerzas en pos de su proscripción nacional. Aquí la justicia tiene la última palabra. La Sala Superior Civil de Cusco ha decidido: la Paisana Jacinta no va más.
¿De qué hablamos cuando hablamos de la Paisana Jacinta? ¿Es, como dice Benavides, un personaje inocente dirigido a las familias peruanas y que entretiene a los niños? Pareciera, con estas declaraciones, que Jorge Benavides intenta equipararse a Eduardo Zapata Santillana, el creador de Coquito.
Y la Paisana Jacinta no es Coquito. No se puede negar, eso sí, el arraigo que tiene la paisana en el público infantil. El mismo arraigo que tiene la comida chatarra, claro está. Si Benavides fuera gerente de Coca Cola promovería el consumo diario de esta gaseosa en la lonchera escolar, aunque se enfermen de diabetes. A los niños les gusta la gaseosa, diría. Y es que Benavides podría hacer, también, negocios con las moscas vendiéndoles lo que más les gusta.
Dejemos de lado entonces las justificaciones bienintencionadas de su creador. La Paisana Jacinta no es un personaje inocente. No es un personaje ingenuo en lo más mínimo. La Paisana Jacinta es un personaje racista. Construido en base a los estereotipos sobre las personas andinas o los descendientes de los andinos: los cholos, los serranos. Es necesario precisar que estos estereotipos sirvieron por mucho tiempo a quienes dirigieron un orden estructural que se valió de estas herramientas para sojuzgar a la población. Para enriquecerse a costa de su trabajo, de sus tierras. El racismo justificó la dominación de unos sobre otros, fue el aval de la desigualdad en la construcción de un sentimiento nacional. La Paisana Jacinta, entonces, reproduce unos estereotipos que sirvieron durante muchísimo tiempo como fuente de iniquidad y como sustento de un racismo histórico y estructural. Este racismo, con matices, todavía perdura en los modos de relacionarse de ciertos peruanos.