Por: Gabriela F. Pinares Payne
En la primera parte de mi artículo publicado la semana anterior puse en evidencia la grave situación alimentaria a causa de la figura del desmedro en el aprovechamiento correcto de los alimentos.
Hoy, es innegable que la economía sobre todo aquella vinculada a la manutención de los hogares está siendo afectada por el rebrote de este virus que ha modificado nuestros estándares de vida; y debo centrarme en la alimentación de los miles de hogares a quienes un bono de 600 soles o la ausencia de este no ayudara a cubrir su canasta familiar.
La solución al problema pasa por la práctica de valores, el más importante en este caso “la solidaridad”. El ejecutivo ha propuesto la implementación de ollas comunes (colaboración que se da en un grupo pequeño a fin de beneficiar a determinados hogares), este modelo podría ser perfecto; sin embargo, hay un gravísimo problema: uno, como si fuera costumbre no se dice como se implementará y dos, aun mucho peor ¿de dónde se obtendrán los insumos para la implementación de este proyecto? Como anteriormente se dijo, Francia ha elaborado un mecanismo legal a través del cual se obliga a los empresarios a entregar los alimentos antes de que estos no tengan mayor utilidad. En el Perú debe implementarse una adjudicación obligatoria a fin de no desperdiciar los alimentos, como señalé la cantidad de alimentos perjudicados es desmesurada, igual que nuestro sentido empático al momento de “dejar un poquito en el plato” o comprar alimentos y dejarlos malograr.
La solución no es meramente legislativa, sino es un cambio estructural en nuestros modos, los particulares no tenemos la obligación de coadyuvar, pero si todos aportamos con un granito podemos ser parte de la solución, comenzando desde la conciencia hasta la empatía. Es cierto que no podemos cambiar el mundo, pero podemos mejorar nosotros. De pequeña me decían que coma todo porque me decían que coma todo porque había niños que morían de hambre en África, lo que no sabía es que a la vuelta de la esquina habían familias que no tenían ni un pan en la mesa.